Siguiendo la línea que intenté darle a este blog, seguiré considerándome una mina con suerte. Una mina joven, cuestionablemente sana (desde que punto se mire, claro), con sus facultades enteras, con una belleza fuera de los cánones actuales pero belleza al fin. Como dijo una cuasi suegra.

- ¿Y que onda la novia de Fulano? ¿es linda?
- Y.. es interesante.

Bien. Interesante seré, parece, al menos para una mujer que dejó su juventud un tiempo atrás.

No puedo negar que luego de quemar pobres cabezas ajenas a todo conflicto, terminé (terminamos) esa relación que me acompañó los últimos seis meses. Es curioso, comencé el 2011 con un novio, el 2012 con otro, pero ahora estoy sola denuevo. Y después de dormir cuarenta horas seguidas a fuerza de grandes dosis de psicofármacos, viajar por media ciudad aturdida, llorar como una desterrada, y pedir a gritos que me internen, hoy, mi panorama es distinto.

Ayer me mudé. Me fui de la casa materna, a meterme al departamento de mi hermana y madrina. Con todo lo bueno y todo lo malo que pueda tener, finalmente, y después de tres años, volví a meter mi ropa en diez bolsas de consorcio (de las grandes, negras, bien fuertes), mi pc en su caja original, y mis perchas en un canasto. Y sí, me fui, a hacerle oídos y vista nulos a esta pérdida que hoy me toca enfrentar nuevamente. De amor, de casa, de barrio, de cuarto, de paredes azules y perro y gato. Ahora vivo en un dos ambientes con ocho hamsters, paredes rosas y verdes, y un placard tan prolijamente ordenado que, sospecho, algo oculta. Me bienvengo, entonces, al fabuloso barrio de Almagro, dejando atrás mi natal Flores, mágicas tierras de ángeles grises y crónicas. Mías, y de ellos, claro.

Todo comienza denuevo, cuando algo termina por única vez. Final, hay uno solo. Principios, el que querramos elegir. Esta vez no me tocó el psiquiátrico, el llanto hundida en mi almohada de Tinkerbell, ni siquiera los por qués. Me toco, simplemente, escribir esto, hoy, ahora, ya, con un vestido gris, casi blanco, y las uñas pintadas de rosa nena. Dejé, casi al pasar, mi medalla del Sagrado Corazón colgada en un cuello, el del otro, ese que me hizo feliz y desdichada, pero más, mucho más, feliz. Y aunque sienta el cuello liviano, no siento el cuerpo vacío, sino los oídos cargados de música, los pulmones de humo, y el alma un poquito más llena.

La suerte, yo sé, todavía está de mi lado.-


Dedicado al fantástico ser que jamás podré agradecer lo suficiente.-

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