Una mina con suerte, como yo, tiene la virtud de tener todo el Universo aliado en su favor, y la desventaja de no darse cuenta. Pero a veces, los defectos ceden un poco y le dan a las virtudes la relevancia que deben tener. Y ahí, es cuando me doy cuenta de mi fortuna.

Luego de algunas semanas (quizás dos, nada más, aunque eternas) de desesperanza, depresión, y angustias, un día me di cuenta el sol estaba muy brillante y que, pese al calor, no estaba pasándola mal. Sino más bien, que estaba muy contenta. Y me di cuenta por qué.

Las minas con suerte, como yo, tenemos aquello que deseamos. Tenemos un trabajo -dos- que amamos, tenemos gusto cuestionable, pero gusto al fin, por el arte y la música, y sabemos plasmarlo. Podemos decir a viva voz aquello que sentimos, aunque sonemos crueles, desesperadas, o alteradas. O quizás demasiado optimistas, como hoy. Queremos cantar y cantamos, queremos componer y lo hacemos, queremos escribir y abrimos un blog, aún solo sea para escribir barrabasadas como ésta, con la suerte de que algunos pocos o algunos miles lo lean. Mandamos al carajo una carrera universitaria sin pensar en el qué dirán, o en lo que podrá pasar, o en las oportunidades perdidas. Sabemos, muy adentro, o muy afuera, que en verdad estamos CREANDO oportunidades. Queremos bajar de peso y lo hacemos, aunque después el doble espejo del placard nos muestre que no tenemos culo y los brazos son anoréxicos, aunque la panza sea la misma de siempre. Pero comenzamos Pilates, ¡y nos sentimos tan bien con eso! Aunque el cuerpo siga siendo el de una papa con escarbadientes clavados, como dijo alguna vez mi hermana la del medio. Creemos, a veces, que estamos desquiciadas. Locas. Desequilibradas. Lo creemos con razón, claro. Nada es casual en la vida. Pero entonces, hacemos terapia, y creemos resolver todo. ¡NOS CREEMOS SUPERPODEROSAS! Bueno, sabemos que no es así, pero sabemos, y con razón, que podremos resolver casi todo. O al menos, aceptarlo.

El problema de las minas con suerte es que, como el Universo nos guía indefectiblemente hacia lo que deseamos, a veces nuestros deseos se encuentran ocultos, y creemos estar haciendo las cosas mal. Debemos entender, entonces, que en verdad no estamos siendo fieles con nosotras mismas. Solo estamos tratando de crear algo que NO QUEREMOS, que NO NECESITAMOS, que NO NOS SIRVE. Empeñadas en algo que NO ES PARA NOSOTRAS, solo nos espera el fracaso. Y con él, la desesperanza, la depresión y la angustia que nombré al comienzo de estas palabras. Un tiempo después -y solo porque somos minas con suerte- nos damos cuenta que todo lo que sucede y lo que sucedió, aún lo que sucederá, está muy bien. Porque, POR SUERTE, era lo que en secreto deseábamos. Y aquí, entonces, nos encontramos, mejor dicho, me encuentro, contenta, radiante, deseosa. Sabiendo que todo está bien, que todo sigue su curso en este río eterno y caudaloso.

Pretendo, entonces, no sólo hacer alarde de lo maravillosa que es mi vida, sin temer en pecar de arrogante o engreída. Sino, más bien, de recordarle a todas aquellas minas con suerte, que sigan, sigan, ¡¡SIGAN!! Hay más adelante algo mejor, algo que nos espera, un único lugar donde debemos estar.

Allí vamos.-



Quiero citar a un gran amigo, que hace mucho tiempo, me escribió este mensaje. Lo leí cientos de veces, hasta aprenderlo y poder recitarlo hasta dormida. Es un mantra que, espero, no olvidar jamás. Sobre todo, en los momentos de desconcierto:

"Tenés en el rostro una sonrisa que antes no, y te queda muy bien. Seguí haciendo lo que sientas". Esto, queridos, es sabiduría.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario